Max Brooks ha construido un
bestseller perfecto, que se lee con ganas. Porque no es un libro sobre muertos
caníbales y rabiosos, sino sobre la más íntima naturaleza del ser humano, sus
sentimientos y sus reacciones, pero también refleja a la sociedad actual, el orden internacional
y el papel de la política y la religión. El libro no retrata el fenómeno zombi,
sino que parece un testimonio real de cómo respondería la Humanidad a una
infección o amenaza sanitaria de este tipo.
La novela está dividida
implícitamente en tres partes. La primera es la aparición y primera reacción
ante la enfermedad. A esto le sigue la guerra contra los zombis, que dura tres
años. Y finaliza con la difícil limpieza del planeta.
El libro se plantea como la
recopilación de los testimonios de personas que han sufrido la llamada “Guerra
Mundial Z”. El supuesto autor se decide a publicarlo porque la comisión de las
Naciones Unidas rechaza el informe por ser “muy
personal”; es decir, porque recoge las emociones y los sentimientos de la gente. En realidad, Brooks no se limita a describir esas sensaciones, sino que hace un retrato sociológico y psicológico, como he dicho. Cada caso que cuenta es una entrevista con una breve introducción del personaje o de la situación.
personal”; es decir, porque recoge las emociones y los sentimientos de la gente. En realidad, Brooks no se limita a describir esas sensaciones, sino que hace un retrato sociológico y psicológico, como he dicho. Cada caso que cuenta es una entrevista con una breve introducción del personaje o de la situación.
El “paciente cero” es un niño
chino. Todo comienza en Nueva Dacheng; “nueva” porque la vieja fue sumergida
para hacer una presa. El virus lo coge un niño que bucea con su padre a la
ciudad de Fendung para recoger alguna cosa. Allí algo le muerde y le infecta,
¿de qué? No se sabe. Una vieja dice que es una venganza por haber sumergido
Fendung, “La ciudad de los fantasmas”. El gobierno chino ya conocía de dicha
enfermedad. Brooks lo cuenta a través del testimonio del doctor que trata al
niño. La propagación al resto del mundo se hace a través del tráfico de órganos
y por el contagio directo, porque el virus tarda en manifestarse (en este libro
entre ocho y diez días).
Los casos son al principio pintorescos,
como un recuadro en la página de sucesos y no concitan mucha preocupación. Al
principio se toma como una enfermedad que se puede prevenir, con la que algunos
hacen negocio, al estilo de la gripe A. ¿Qué es? ¿La rabia? Aparece así un fármaco, el
PHALANX, un placebo que convierte en millonarios a unos cuantos. La plaga se
extiende y ningún gobierno ni la ONU hacen nada. Sin embargo, los servicios
secretos de varias partes del mundo estudian la situación y alertan a las
autoridades. Es el informe Warmbrun-Knight, llamado así por los dos agentes que
lo elaboraron. Nadie hizo caso, y llega el “Gran Pánico”: la extensión violenta
y descontrolada de la epidemia zombi. Brooks dice que la administración
norteamericana no intervino por miedo a las repercusiones políticas y
electorales. “¿Sabe cuál es el precio de poner a un ciudadano norteamericano un
uniforme?”. La sociedad, dice, estaba como en los años 70, llena de rencor, y
el gobierno se asustó y no hizo nada.
La Guerra Mundial Z se libra en
todo el planeta. Cada país a su manera. Las batallas son descritas con toda
crudeza y realismo. Hay un militar que dice: “Lo que sabíamos de la guerra
desde que un mono dio la primera bofetada a otro, no sirve”. La batalla de
Yonkers, en EEUU, es un punto de inflexión, en el que el ejército se muestra
impotente para detener la avalancha. Lo mismo ocurre en la India. Los métodos
tienen que cambiar. El hombre y la sociedad se adaptan para sobrevivir.
En el enfrentamiento con los
zombis, Brooks refleja muy bien cómo actuarían los Estados atendiendo a su
personalidad administrativa y al sistema político. No sólo aparece Estados
Unidos, que es lo típico de las películas, sino que salen los casos de China
–con su desprecio a los derechos y a la vida humana-, Cuba –y su naturaleza
comercial reprimida por el castrismo-, Rusia –atada a los totalitarismos
político-religiosos- o Israel –la naturaleza defensiva de un Estado que vive
rodeado de enemigos-, Japón, Sudáfrica, Francia o Gran Bretaña. El episodio de
Corea del Norte es terrorífico: el Estado comunista entierra a la población de
23 millones en las cuevas que pueblan el país para evitar el contagio. Pasada
la guerra nadie se atreve a abrir esos bunkers por miedo a lo que pueda salir.
La estupidez e ineficacia de la
ONU es totalmente real, y solo cuando se ponen de acuerdo existe la posibilidad
de salir adelante. Es entonces cuando comienzan a tomarse medidas serias para
acabar con la plaga y exterminar a los muertos vivientes. Pero es una tarea
larga. Tres años. Hay episodios magníficos que pueblan el libro, como el de los
perros amaestrados, lo que le pasa a una paracaidista que inventa una locutora
que le indica la salida, el relato de lo que ven los astronautas de la Estación
Espacial Internacional, y tantos otros.
La última parte del libro, quizá
la más inquietante, es la final, la que se ocupa de “la limpieza”. Porque los
zombis están por todas partes, no necesitan aire ni nada para “vivir”. Así que
se encuentran en el fondo del mar –aparecen periódicamente en las playas, en
las redes de pesca, en las plataformas petrolíferas- y los Estados tienen que organizar
grupos de exterminio. También están en las zonas congeladas del planeta, de
manera que se reaniman cuando llega la primavera y pueden surgir en cualquier
parte. El episodio de las alcantarillas parisinas es escalofriante.
Es, en definitiva, una novela muy
realista sobre lo que sería una infección zombi en el planeta. Tanto que
podríamos calificarlo de hard en el
aspecto sociológico. Lectura imprescindible. Parece ser que habrá película, aunque se ha retrasado en varias ocasiones. No me extraña, porque la adaptación debe salirse de los tópicos zombis y abordar lo que de novedoso tiene este libro.
(Esto lo publiqué el 10 de julio de 2012. Hoy, 2 de agosto de 2013, estrenan la película, que sólo coincide con el libro en el título).
(Esto lo publiqué el 10 de julio de 2012. Hoy, 2 de agosto de 2013, estrenan la película, que sólo coincide con el libro en el título).
Pues sí, la película no tiene nada en común con el libro, aunque se deja ver. Por cierto, estupenda reseña.
ResponderEliminarGracias, Daniel. Lo que he leído sobre la película me ha decepcionado. Esperaba algo diferente, más cercano al libro, y no una mera película sobre zombis. En fin. No creo que vaya a verla. Esperaré a que salga en DVD.
EliminarSaludetes