Esta es una de esas novelas que
no tenía pensado leer. Edgar Rice Burroughs, el autor, fue el creador de
Tarzán, un personaje por el que tengo cierta simpatía pero que me genera una
sensación tan incómoda como entrañable, con muchos recuerdos de la niñez –mi abuela
me regalaba unos cómics de una imitación cañí llamada “Tamar”, pero eran
fantásticos-. Quizá esto se deba al destino cruel de Johnny Weissmuller. A la
vez, la edición española de Una princesa
de Marte era de lo más ochentera que había visto: la portada luce a una
chica sensual con un traje de las 1.001 noches. Para esto ya había leído todos
aquellos cómics de la editorial Toutain.
¿Por qué, entonces, comencé a
leerlo? Me pilló en un mal momento. Se me había