domingo, 25 de abril de 2010

JERRY POURNELLE - El mercenario, 1989 (1977).

Iberlibro suele ser una buena manera de comprar un ejemplar agotado. En ocasiones infla los precios atendiendo a la oferta existente sólo en la red; pero así es el capitalismo. El mercenario de Jerry Pournelle lo pedí a una librería de Baracaldo (Vizcaya, España). Había comprado El soldado, la supuesta segunda parte, en una de mis cacerías bibliográficas por Madrid, y no podía dejar la historia a medias, o eso creía yo.

Topé con Pournelle buscando autores que hubieran seguido el estilo de Heinlein. Indagué en sus obras y me pareció que la más adecuada, la más ajustada a Tropas del espacio, podían ser las aventuras de Falkenberg, el protagonista de El mercenario. Había incluso algún comentarista que señalaba que el libro de Pournelle era aún más militarista que el de Heinlein. Como estoy curado

domingo, 18 de abril de 2010

HARRY HARRISON - Bill, el héroe galáctico, 1993 (1965)



Falta Leslie Nielsen, porque Bill, el héroe galáctico es una sucesión sin sentido de gags, de situaciones cómicas para las que hay que estar muy predispuesto. Lo que tiene el género de humor es que, por un lado, es temporal; es decir, responde a un momento cultural (la novela de Harrison tiene casi cincuenta años), por lo que las claves humorísticas de hoy son otras. Por otro lado, la parodia debe reflejar situaciones conocidas por el lector o espectador, y mi conocimiento de la ciencia ficción no alcanza tan al detalle el pulp norteamericano de la década de 1950; me puedo hacer una idea, pero poco más. El “desfase” es como ver en una televisión polaca a unos imitadores de famosos polacos: no hay quien pille la gracia. En conclusión, a veces me he sonreído, pero poco más.

domingo, 11 de abril de 2010

H. P. LOVECRAFT - La llamada de Cthulhu, 1926.

En una de mis investigaciones sobre las sociedades del siglo XIX encontré algunas con rituales y cosmogonías estrafalarias, y entre ellas despuntaban las teosóficas y la referencia a una rusa llamada Helena Petrovna Blavatsky. El rostro de aquella mujer era inquietante, así como su trayectoria. Había constituido un grupo en torno a unos libros antiguos y a una supuesta sabiduría concedida por un ser superior. Era una concepción completa del Universo y, por tanto, del Hombre. En su Antropogénesis hablaba de la aparición de vida en la Tierra proveniente del cosmos, de siete razas primigenias, una de las cuales, la de los Dioses o Dobles Etéreos de los Pitris habrían creado al Hombre. La historieta me enganchó porque parecía un auténtico relato de ciencia-ficción, de horror cósmico lovecraftiano, sí, pero escrito cuarenta años antes. Además, una de las obras en las que Lovecraft se inspiró para su cosmogonía era el llamado Libro de Dyzan, presente en la Doctrina secreta de Blavatsky. Así, pensé, la cosmogonía de Lovecraft tendría un origen teosófico, con lo que August Derleth no estuvo tan equivocado al desarrollar ese mundo en sentido teológico: los Dioses arquetípicos. Vaya, enseguida me di cuenta de que había vuelto a descubrir el Mediterráneo.

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