domingo, 26 de diciembre de 2010

ALFRED E. VAN VOGT - Razas del futuro (1956)

Y nosotros que estábamos tan emocionados con Battlestar Galactica y Terminator, con la idea pretendidamente original de una raza de ciborgs creados por el hombre, que asumen conciencia de su existencia, con independencia y autoaprendizaje, y que pugnan por su supervivencia frente al Hombre. Veíamos a esos humanos cibernéticos levantando una civilización, con su cultura, religión, costumbres y política propias, en lucha contra los hombres de carne y hueso; una civilización huída del planeta Tierra y enfrentada a su creador, al Hombre. Bueno, y resulta que Van Vogt lo había planteado en Razas del futuro.

domingo, 12 de diciembre de 2010

JACK FINNEY - Los ladrones de cuerpos (1955)

El tópico que persigue a esta obra es que se escribió contra el macarthismo. Es falso. Para empezar, las fechas no encajan. Jack Finney publicó su obra por entregas en 1954, y como libro un año después. A esas alturas McCarthy ya estaba totalmente desacreditado y abandonado tanto por los medios de comunicación como por los políticos; de hecho, el Senado de Estados Unidos lo censuró por 67 votos a 22. Es más; el mundo de la cultura ya se había rebelado abiertamente contra McCarthy un año antes. Arthur Miller estrenó su obra Las brujas de Salem en 1953 en Brodway con un enorme éxito.

Y es que la opinión pública quedó escandalizada tras la ejecución del matrimonio Rosenberg por supuesta traición en junio de ese mismo año. En conclusión; si Finney hubiera querido hacer un alegato contra el macarthismo en 1954, o contra el comunismo, lo hubiera hecho con mucha mayor claridad en la trama y en los personajes. De hecho, él siempre negó, incluso mucho tiempo después, que Los ladrones de cuerpos tuviera un tinte político.

Existe mucha confusión entre la película y el libro. Hay quien dice que la obra de Finney es antimacartista porque el guionista del filme lo firmó con pseudónimo. En este caso, de ser así, estaríamos hablando de que la censura al senador McCarthy y a la sociedad norteamericana partió del mundo del cine, no de la obra literaria a la que nos referimos. Y es que la novela de Finney y la película de Don Siegel de 1955 tienen diferencias notables. Las dos son obras maestras, pero distintas.

Jack Finney mezcla con habilidad dos géneros, como ya señaló en su día Stephen King: la ciencia ficción y el terror. Ya lo hicieron unos años antes John W. Campbell Jr. (Who goes there?, llevada al cine como La cosa de otro mundo, y que reseñaré dentro de poco) y H. P. Lovecraft (En las montañas de la locura o La llamada de Cthulhu). La clave de estas situaciones es la ruptura de la normalidad, de lo cotidiano. Luego aparece el desconcierto, la indecisión. Después llega la incredulidad, la negación de la realidad; es el momento en el que la razón intenta calmar las emociones. No puede existir algo que se escape de la racionalidad, de lo normal. Sin embargo, el lector sabe la verdad, produciéndose esa complicidad con el autor.

En la novela de Los ladrones de cuerpos la dinámica de las vainas alienígenas está mejor contada que en la película. Finney está interesado en darle más entidad al invasor, explicando de dónde vienen, qué son y cuál es su propósito. Se trata de esporas que vagan por el espacio buscando un planeta que colonizar. Cuando lo hacen, reproducen cualquier ser vivo. El duplicado es inestable y muere a los cinco años. Las vainas son cultivadas, y cuando llegan a su madurez se desprenden del suelo y salen al espacio exterior en busca de otros planetas. Es una especie en expansión, como cualquier otra.

Finney consigue que el lector centre su atención en el invasor, en su dinámica y recorrido espacial mucho más que el espectador de la película. Así, por ejemplo, en el libro aparece un profesor de Botánica y Biología, un tal Budlong, que es el primero en alertar en la prensa sobre la aparición de “inmensas vainas de semillas”, y que explica la teoría del origen exógeno de la vida en la Tierra según Lord Kelvin. Esta es una clave importante para justificar la llegada de esas semillas, y entender su final, que difiere del que Don Siegel dio a la película. 

Finney consigue también que la parte humana de la historia tenga más contenido; es decir, Milles, el protagonista, alude a la pérdida de aquello que nos hace humanos, como la ambición, la esperanza, la lucha, el amor o la amistad. En la película de Don  Siegel esto se traduce en el choque que produce la frialdad de los duplicados frente la exaltación de los humanos. El medio es distinto (novela y película) pero el éxito es el mismo.

No está de más leer el libro a pesar de que la cinta del recientemente desaparecido Kevin MacCarthy la hayamos visto muchas veces. Se descubren cosas nuevas, y se tiene una perspectiva complementaria. Se lee con agrado y soltura. Lo recomiendo.  


domingo, 28 de noviembre de 2010

FREDRIC BROWN - Marcianos, go home (1955)

He de confesar que mi inicio en la ciencia ficción se debió a los marcianos. Hablo de la invasión de esos seres del planeta rojo, esa fijación ensoñadora y aterradora que ha acompañado a los hombres al menos desde finales del XIX. No me refiero a hombrecillos verdes, cabezones, desproporcionados, medio lelos, sino a espeluznantes criaturas capaces de lo peor que, cómo no, acaban sucumbiendo. Y sentirse espectador, y superviviente, de una historia de este tipo no tiene precio. Ya hablé de mis lecturas infantiles de la obra de H. G. Wells en otra reseña.

Fredric Brown era otro tipo de escritor, con otras ideas sobre la vida y, por tanto, sobre la literatura. En la novela Marcianos, go home, Brown no nos habla precisamente de marcianos que tratan de cocinarnos, esclavizarnos o robarnos el planeta; no, sino de enanos verdes que vienen a burlarse de nosotros, a sacarnos de quicio violando nuestra intimidad, a partirse de risa aireando los secretos que creíamos seguros, y lo hacen en cualquier momento y lugar. Y no hay medio de pararlos porque son incorpóreos, ven a través de los objetos y se trasladan en el espacio a mucha velocidad (lo llaman “kwimmar”). Vienen a reírse, y se lo hemos puesto muy fácil.
Brown juega desde la primera página a hacernos creer en los marcianos, para luego dejar el asunto de su existencia al juicio risueño del lector. De esta manera, comienza diciendo que debimos estar atentos a las señales, a las novelas que como la de H. G. Wells nos anunciaron lo que podía pasar, o a programas de radio como el famoso de Orson Welles de octubre de 1938 –muy presente en toda la novela-. Precisamente, el protagonista de Marcianos, go home es un escritor de ciencia ficción llamado Luke Deveraux, un hombre que ha perdido la inspiración y que se ha refugiado en una casa en mitad del desierto para ver si se le enciende la luz. El tipo bebe, bebe mucho, y un mañana de mayo alguien llama a su puerta. Es un hombrecillo verde, de unos 75 centímetros de altura. “Hola, Mack (porque los marcianos llaman Mack a todos los hombres, y Jane a las mujeres). ¿Es esto la Tierra?”.
La llegada de los marcianos supone el fin de la intimidad. Brown insiste mucho, porque es gracioso, en el problema que dicho asunto supone para el sexo: tener espectadores baja el índice de natalidad. Pero no sólo esto: los enanos verdes arruinan cualquier tipo de reunión social, especialmente los espectáculos y los medios de comunicación. Se acabó el teatro, el cine, los deportes y la radio. Ya no hay secretos en la pareja, entre amigos, ni en la política, las empresas o el ejército. La crisis económica es completa. Es más; la ciencia ficción deja de interesar –el marciano está en casa-, y los lectores se pasan a las novelas del Oeste y a las de detectives.
El capitalismo sufre una crisis económica gravísima, pero el comunismo, basado en “la Gran Mentira”, se desmorona. La guerra no es posible porque no hay secretos, pero tampoco las revoluciones porque “ni siquiera el más fanático de los revolucionarios deseaba el poder en aquellas circunstancias”. Y Brown va encadenando historias particulares para ilustrar lo “castigado, burlado, perseguido, impotente, maniatado, mortificado y sacrificado” que se sentía el hombre de la calle.
Pero no todos creen que sean marcianos, ni están seguros de sus propósitos. Las Iglesias piensan que se trata de demonios enviados por Dios para castigar al hombre, y hay quien cree que han venido para darnos una lección sobre la paz en el mundo –hoy sería para que cuidemos el planeta-. Los marcianos se acaban yendo, no voy a contar por qué ni cómo para no machacar al futuro lector, pero sí puedo apuntar que el final queda en suspenso y cargado de ironía. El estilo de Marcianos, go home me ha recordado el de dos escritores contemporáneos, Jardiel Poncela y Karel Capek; con esta obra que ironiza sobre la pretendida seriedad del género de la ciencia ficción, en una línea que comenzó en otra de sus novelas, Universo de locos (1949).

Esta narración de Fredric Brown se puede interpretar como un ensayo sobre el derecho a la intimidad como pilar de la sociedad humana y, por tanto, necesario para el equilibrio mental del hombre. Curiosamente, el Estado no tiene un papel significativo, sino que la iniciativa para terminar con el problema de la presencia marciana parte principalmente de la iniciativa individual. A destacar la ingenuidad creíble de la ONU descrita por Brown.
Si yo fuera tú, seas marciano o no, la leería.

domingo, 14 de noviembre de 2010

JACK VANCE - Los Chasch (1968)

Uno de los lugares de mi memoria comiquera es El Aventurero; ahí, en la calle Toledo, cerca de la Plaza Mayor, en Madrid. Me pillaba cerca del Instituto. Su escaparate era la frontera entre los mundos que desde dentro me tentaban y mi maltrecho bolsillo. Pero llega el día en que el bachillerato acaba, y la vida cambia, comienzan cosas nuevas y otras simplemente las dejamos atrás. En mi caso fueron los cómics. No recuerdo bien cómo era el tendero que sesteaba detrás del mostrador. Quizá era un tipo delgado, con un bigotito a lo Antonio Resines, camisa de manga corta metida por dentro del pantalón, de esa especie humana que levanta una ceja cuando entras en la librería y te mira con ese gesto de “Te tengo calao, chaval. Sólo vienes a ojear los tebeos”.

domingo, 31 de octubre de 2010

DAMON KNIGHT - Tiranía universal (1964)

Presento aquí uno de los peores libros que he leído; tanto, que no sé por dónde abordar la crítica. Puedo decir que es un buen planteamiento desaprovechado o mal resuelto. Que el desarrollo es anodino y prescindible, los personajes tontos y el escenario incoherente. No hay nada que sorprenda, emocione o haga reflexionar. Es más; según iba leyendo disminuía la esperanza de entender el sentido del título en español, Tiranía universal, o en inglés, que primero fue The People Maker y luego A for anything, y al final me quedé con las ganas. He dejado pasar unos días desde que terminé el libro y aún no he pillado el por qué del título. Es como si se tratara de una enorme broma particular, o que lo puso a boleo.

domingo, 10 de octubre de 2010

ALFRED E. VAN VOGT - El viaje del Beagle Espacial (1950)

Hay varias maneras de abordar este libro. Una de ellas es verlo como el fundamento de Star Trek, otra es tomarlo como una especulación sobre la evolución de las civilizaciones, y una más podría ser la de una reflexión sobre el conocimiento científico. Es más; podríamos encontrar un vínculo que una todas esas maneras: los viajes de la Enterprise, según reza la entradilla de la serie de TV, tienen como objetivo el encuentro de “nuevas civilizaciones”, primando la lógica y la ciencia sobre la violencia.

domingo, 26 de septiembre de 2010

EDMOND HAMILTON - Los reyes de las estrellas (1947)

En una reseña formal se comienza hablando del autor, ya sea de su personalidad, estilo, obra, influencia o entorno, e incluso se puede iniciar con alguna anécdota que reúna alguna de las características anteriores. Es la típica introducción que contextualiza la obra reseñada, y que permite tomar distancia con un simple e infantil resumen. A partir de ahí hay que desvelar todo, como la solidez de los personajes o la lógica de la trama; sí, es bueno contar todo, todo menos el final.

Por una vez, seamos formales. Edmond era el típico fan que ansiaba emular a alguno de sus admiradores escritores pulp, entre ellos a H. P. Lovecraft. Por eso, su primer relato fue uno de terror. Consiguió entrar en Starling Stories, una de las revistas de aquella época, para la que creó al Capitán Futuro, gracias al cual se forjó una reputación. A todo esto, el Japón imperial bombardeó Pearl Harbour, en 1942, y cambió la vida de los estadounidenses para siempre, también la de nuestro escritor.

domingo, 12 de septiembre de 2010

ROBERT SILVERBERG - Alas nocturnas (1968)

Tenía que leer algo de Robert Silverberg; ya tocaba. La verdad es que novelas como Muero por dentro, o El libro de los cráneos, no me llamaban la atención. En cambio, apunté dos: La Torre de Cristal y Alas nocturnas. De esta última leí una reseña muy elogiosa en el Sitio de Ciencia Ficción. Y es que me van más las historias con un toque de aventura, de ensoñación, de maravilla, a las que ir para alejarme del mundanal ruido. Alas nocturnas cumple esa condición.

La narración de Silverberg combina la descripción de un mundo medieval surcado de razas puras y mestizas, con el enigma latente de una posible invasión extraterrestre. El conjunto está muy logrado. La descripción de las castas por profesiones, al estilo de gremios que en la novela reciben el nombre de “hermandades”, es muy sugerente. Silverberg sólo apunta algunas para dejar en el aire todo un abanico de posibilidades. Así, en esa Tierra futurista y medieval, nos cruzamos con vigías, mercaderes, defensores, peregrinos o memorizadores (que serían una especie de historiadores orales).

domingo, 29 de agosto de 2010

ARTHUR C. CLARKE - El centinela (1953)

Clarke no es uno de mis escritores favoritos. Posiblemente su corrección científica sea encomiable, no lo dudo, pero sus dotes literarias son menores. Le falta tensión narrativa y los personajes carecen de profundidad. Sus relatos son fríos, descriptivos, como si fueran documentales de la BBC: impecables, pero carentes de chispa. Así es El centinela, el cuento corto que constituye el origen de una de las historias más famosas de la ciencia ficción: 2001: una odisea del espacio.

La historia es sencilla. Un hombre de una base lunar descubre algo que brilla en una de las montañas lunares. Un día decide emprender una excursión con un amigo. El ascenso es complicado, y cuando culmina la cumbre encuentra una pirámide

sábado, 14 de agosto de 2010

POUL ANDERSON - Llamadme Joe (1957).

Leí en el blog El fin de la Eternidad, de mi compi galáctico Lino Moinelo, que James Cameron había basado su Avatar en un cuento de Anderson; luego he leído lo mismo en otros sitios. Yo me resistía a ver la película. El engaño del 3D y la atosigante campaña de publicidad no me seducían. La trama de la cinta tampoco era de mi agrado, pues encajaba con la tontería ecoprogre que nos rodea. Otros tipos decían que Cameron se había basado en unos relatos de los hermanos Strugatsky –ya hablaré de estos soporíferos autores soviéticos-. Incluso algún perturbado afirmaba que se trataba de una americanada, lo que no deja de ser irónico al hablar de un género, el de la ciencia ficción, que no sería prácticamente nada sin los autores y la industria anglosajonas. Como siempre decido por mi cuenta, encontré el cuento de Anderson titulado Llamadme Joe, y vi la película de Cameron a continuación.

domingo, 25 de julio de 2010

JACK WILLIAMSON - La legión del espacio, 1976 (1934).

Si no llega a ser por el e-book es muy probable que este libro no lo hubiera leído nunca. La mayor ventaja de este gadget es la facilidad para acceder a obras descatalogadas hace décadas y que tienen una difícil reedición.

Lo que me llevó a esta novela fue que, por un lado, Jack Williamson es uno de los grandes de la CF de la era pulp, y que, por otro, aseguraban que La legión del espacio es uno de los relatos que inspiraron el entramado de La guerra de las galaxias de George Lucas. Ya sé que Star Wars tiene muchas fuentes, pero ésta tiene su gracia.

lunes, 5 de julio de 2010

GEORGE H. WHITE - Raza diabólica (1955)




Es la última entrega de Más allá del Sol, esa otra serie de Pascual Enguídanos, el creador de La Saga de los Aznar. El héroe de esta serie es el doctor Arthur Welby, que se encuentra de forma incomprensible protagonizando todos los pasos decisivos de la Humanidad en el descubrimiento, guerra y derrota de los hictitas, la raza diabólica. Sin embargo, en lugar de teorizar sobre lo absurdo de que un doctor de pueblo capitanee expediciones espaciales, se convierta en espía del cual depende la Tierra y decida la estrategia contra un Imperio alinenígena, es preferible suspender momentáneamente la razón y disfrutar con el sentido de la maravilla.

domingo, 20 de junio de 2010

LEIGH BRACKETT - La espada de Rhiannon, 1977 (1953).

Pedí este libro a La Tarde, una librería madrileña que ahora se ha instalado cerca de la Plaza del Dos de Mayo. Fue una auténtica odisea. Pillé entre medias unas fiestas y un puente típicamente español, de esos de cuatro o cincos días, amen de que el individuo de Correos decidió que yo no vivía en mi casa y devolvió el libro. Llamé un par de veces a los pobres libreros, que me perjuraban por los anillos de Saturno que lo habían enviado, y terminaron lamentándose sobre el errático trabajo de los carteros. Ahora bien: la espera mereció la pena. Pocas veces he disfrutado tanto con un libro.

domingo, 6 de junio de 2010

JERRY POURNELLE - El soldado, 1989 (1978)


No soy aficionado a las películas del Oeste; en general me cansan. Sin embargo, hay películas como “El hombre que mató a Liberty Valance”, o las venganzas protagonizadas por Clint Eastwood, que me gustan. ¿A quién no le excita un buen ajuste de cuentas? Bueno, pues El soldado de Jerry Pournelle arranca como si fuera un western, donde los personajes, el entorno y la trama parecen arrancados de alguna escena holywoodiense de indios y vaqueros. Y es que todo el planeta Arrarat, donde Pournelle sitúa esta precuela de El mercenario, es un lugar donde se combina el Viejo Oeste de EEUU, el París del Medioevo y “unas gotitas de las Mil y una Noches”.

domingo, 23 de mayo de 2010

EDGAR ALLAN POE - La narración de Arthur Gordon Pym, 2009 (1838)



Dos cosas interesantes se pueden hacer con este libro. Una de ellas es leerlo sin pensar que lo escribió Edgar Allan Poe, lo que libera de prejuicios para la crítica. La otra es más una cuestión de aficionado a la CF, y que consiste en sustituir los objetos marítimos y navieros por los propios de la space opera. Es decir; donde aparece “barco”, “isla” y “cuchillo”, leer “nave estelar”, “planeta” y “fáser”. Los dos experimentos son gratificantes. Con el primero, ignorar que es una obra de Poe, se puede ajustar la novela a una nueva dimensión; y con el segundo nos volvemos a dar cuenta de que lo que realmente hace a una novela grande es la historia humana y no la actualidad del entorno tecnológico.

domingo, 9 de mayo de 2010

H. P. LOVECRAFT - El horror de Dunwich, 2009 (1929).

Era uno de esos pequeños libros de una colección tan memorable como efímera. Me refiero a Alianza Cien. La idea no era mala: pequeños libros, verdaderamente de bolsillo, a cien pesetas. A mi me gustaba el formato; podía llevarlo a cualquier sitio y era barato. Entre los pocos números que salieron estaba El horror de Dunwich, cuando ya la editorial estaba aquejada por el mal del ilustrador iletrado; es decir, el que ilustra sin haber leído la novela. Sin embargo, para leerlo por segunda vez compré la última edición de Alianza, la de 2009, que tiene una introducción de August Derleth que merece la pena.

domingo, 25 de abril de 2010

JERRY POURNELLE - El mercenario, 1989 (1977).

Iberlibro suele ser una buena manera de comprar un ejemplar agotado. En ocasiones infla los precios atendiendo a la oferta existente sólo en la red; pero así es el capitalismo. El mercenario de Jerry Pournelle lo pedí a una librería de Baracaldo (Vizcaya, España). Había comprado El soldado, la supuesta segunda parte, en una de mis cacerías bibliográficas por Madrid, y no podía dejar la historia a medias, o eso creía yo.

Topé con Pournelle buscando autores que hubieran seguido el estilo de Heinlein. Indagué en sus obras y me pareció que la más adecuada, la más ajustada a Tropas del espacio, podían ser las aventuras de Falkenberg, el protagonista de El mercenario. Había incluso algún comentarista que señalaba que el libro de Pournelle era aún más militarista que el de Heinlein. Como estoy curado

domingo, 18 de abril de 2010

HARRY HARRISON - Bill, el héroe galáctico, 1993 (1965)



Falta Leslie Nielsen, porque Bill, el héroe galáctico es una sucesión sin sentido de gags, de situaciones cómicas para las que hay que estar muy predispuesto. Lo que tiene el género de humor es que, por un lado, es temporal; es decir, responde a un momento cultural (la novela de Harrison tiene casi cincuenta años), por lo que las claves humorísticas de hoy son otras. Por otro lado, la parodia debe reflejar situaciones conocidas por el lector o espectador, y mi conocimiento de la ciencia ficción no alcanza tan al detalle el pulp norteamericano de la década de 1950; me puedo hacer una idea, pero poco más. El “desfase” es como ver en una televisión polaca a unos imitadores de famosos polacos: no hay quien pille la gracia. En conclusión, a veces me he sonreído, pero poco más.

domingo, 11 de abril de 2010

H. P. LOVECRAFT - La llamada de Cthulhu, 1926.

En una de mis investigaciones sobre las sociedades del siglo XIX encontré algunas con rituales y cosmogonías estrafalarias, y entre ellas despuntaban las teosóficas y la referencia a una rusa llamada Helena Petrovna Blavatsky. El rostro de aquella mujer era inquietante, así como su trayectoria. Había constituido un grupo en torno a unos libros antiguos y a una supuesta sabiduría concedida por un ser superior. Era una concepción completa del Universo y, por tanto, del Hombre. En su Antropogénesis hablaba de la aparición de vida en la Tierra proveniente del cosmos, de siete razas primigenias, una de las cuales, la de los Dioses o Dobles Etéreos de los Pitris habrían creado al Hombre. La historieta me enganchó porque parecía un auténtico relato de ciencia-ficción, de horror cósmico lovecraftiano, sí, pero escrito cuarenta años antes. Además, una de las obras en las que Lovecraft se inspiró para su cosmogonía era el llamado Libro de Dyzan, presente en la Doctrina secreta de Blavatsky. Así, pensé, la cosmogonía de Lovecraft tendría un origen teosófico, con lo que August Derleth no estuvo tan equivocado al desarrollar ese mundo en sentido teológico: los Dioses arquetípicos. Vaya, enseguida me di cuenta de que había vuelto a descubrir el Mediterráneo.

domingo, 28 de marzo de 2010

ADRIAN ROSS - El agujero del infierno, 2003 (1914)



FNAC no me cae simpático. Gigante, impersonal, frío y masificado, me hurta el placer de la ceremonia de comprar un libro. No es que el librero típico me caiga especialmente bien, sino que respeto ciertos tipos de atrevimiento y locura, y la profesión de librero reúne esas características. Y es que FNAC tiene el escenario de un Carrefour cualquiera. Ni siquiera falta la maquinita de autopago. “Su libro, gracias”. Pero lo que más me molesta es encontrar allí justo el ejemplar que estaba buscando. Esa novela que no tienen en mi librería habitual, o esa colección en la que me gusta bucear para tocar, comparar, hojear y cotillear, pues sí, allí está, estropeándome la crítica al megastore.

Y allí estaba La estancia oscura, de Leonard Cline. La examiné (sólo me faltó olerla; me dio corte) y no me convenció. A su lado estaba una novela extraña, de un tal Adrian Ross, titulada El agujero del infierno. No había oído hablar de ella. En la contraportada estaba el gancho publicitario: las citas de Hodgson y Lovecraft. Piqué, y no me arrepiento.

domingo, 21 de marzo de 2010

ROBERT E. HOWARD - El valle del gusano, 1986 (1934).



No hubiera conocido este libro si no llegar ser por Bloodstar, la adaptación que dibujó Richard Corben. Lo encontré en la Cuesta Moyano hace veinte años. Por aquellos días ya había dejado los cómics de ciencia ficción, fantasía y terror, pero no había abandonado el gusto por el género. La historia de Corben  combinaba la fantasía épica con el horror cósmico. Recuerdo que el protagonista acababa con un enorme gusano que salía de los subterráneos de una ciudad del siglo XX destruida hacía cientos de años.

La sugerencia era que la civilización había sufrido un cataclismo hacía mucho tiempo y que la Humanidad había empezado de nuevo, olvidando todo lo que fue. El relato era muy estimulante, y Corben le había dado la dimensión ideal, justa, capaz de obligarme a retener la historia y de empujarme a la búsqueda de más información. Por eso fue una alegría inesperada el encontrar El valle del gusano.

domingo, 14 de marzo de 2010

ROBERT J. SAWYER - Flashforward, 2009 (2001).


Siempre he sido muy aficionado a mezclar literatura y cine; es decir, a leer la novela antes de ver la película, y del mismo modo muchos filmes me han llevado a la obra en que se inspiraron. Al texto de Robert J. Sawyer llegué justamente de esta segunda manera: primero vi los anuncios en la tele, me baje los capítulos al tiempo que pedía la novela al sorprendido librero (¡Cómo me gusta escandalizar!), la devoré y luego me extrañé con la serie. Sí; suele pasar. Lo sé. Y como la serie es otra cosa, me remito a esta reseña que publiqué en Los ojos del marciano y en la Red de Ciencia-Ficción.

domingo, 7 de marzo de 2010

H. P. LOVECRAFT - En las montañas de la locura, 2008 (1931).

No fue fácil encontrar este libro; al menos la edición que yo quería. Estaba la de Alianza, que no me acababa de convencer por su letra minúscula y su portada conceptual. La que me parecía atractiva, sugerente, ensoñadora, era la de Valdemar. Tengo cierta debilidad por los libros de Valdemar, he de confesarlo. En mi librería habitual –que ya ha dejado de serlo por este episodio- no me lo servían. Tardaron dos meses, dos pacientes meses, en decirme que estaba agotado. No era verdad. Me metí en la web de Valdemar. Lo tenían. Llamé a la librería que sale en pantalla y voilà. Que me pasara a recogerlo cuando quisiera. Y así fue. Una tarde fría de invierno, oscura y húmeda, mi hijo y yo atravesamos Madrid, al filo del cierre, y aparcamos bajo el hospital que hay en la calle Goya –qué sablazo nos dieron-. La librería era el propio domicilio del librero. Nos recibió la portera. “¿Ande van?”. Dimos la contraseña y tomamos el ascensor, uno de esos trastos de los años cincuenta que tiene una puerta de entrada y otra de salida. Tocamos el timbre con cierta curiosidad. Nos recibió un gato. No es mi

domingo, 28 de febrero de 2010

CORMAC McCARTHY - La carretera, 2009 (2006).


Hace muchos años tuve un amigo que quería ser escritor. Otro, sí. Aquel tipo atesoraba la idea de que todo literato que se preciara debía ser también un personaje. No valía con escribir bien, sino que era preciso transitar por la vida tal que individuo aventurero y bohemio. El personaje que se construyó se presentaba endurecido en la embriaguez, putero, rascador de guitarra, revolucionario de Mahou en ristre, noctámbulo a lo pobre y fecundador de incautas. Le perdí la pista hace años. No he tenido noticias de que escribiera algo. Creo que se quedó en personaje. De todas formas, aquel chico no se equivocaba en que hay buenos escritores que son también personajes. Cormac McCarthy es uno de estos, quizá un poco impostado hoy por la editorial, pero hubiera dado igual porque La carretera es una de las más absorbentes y directas novelas que he leído jamás.

domingo, 21 de febrero de 2010

HARLAN ELLISON - Visiones peligrosas, I, 1985 (1967).


Llegué a este libro por una reseña de César Mallorquí sobre un ensayo de las cien mejores obras de ciencia ficción del siglo XX. Mallorquí citaba Visiones peligrosas con cierta indignación, pues es, decía, la antología más influyente de la CF. Me hizo gracia. Era una especie de antología alternativa; es decir, como si Mallorquí le hubiera sacado los colores al antólogo citándole unos cuantos libros que merecían estar en ese ensayo, frente a otros que, en fin, quizá no, y que estaban por ser algo “editorialmente” correcto. Busqué Visiones peligrosas y sin dificultad la encontré -¡internet, te quiero!- en una librería de Alcorcón (Madrid, España). Bueno, “librería” por decir algo: era la reconversión de un puesto de mercado en una galería muerta. El desplazamiento hasta aquel lugar resultó muy satisfactorio –pasé una buena tarde con mi hermano a principios de octubre de 2009- y muy rentable: Visiones peligrosas es una recopilación de relatos magníficos.

domingo, 14 de febrero de 2010

ISAAC ASIMOV - El fin de la Eternidad, 2007 (1955)



No entraba en mis planes leer esta novela. Había decidido emplear mi tiempo lector en seleccionar a los mejores autores y las mejores obras de CF. De Asimov ya había leído Yo, robot y Fundación. Era suficiente. Me quedan muchos libros y muchos escritores por descubrir. El tiempo es limitado. ¿Limitado? En esta fabulosa novela, que me demuestra que los planes se pueden romper, el tiempo es variable, modificable, multiplicable y, sobre todo, aprovechable.
No soy partidario de convertir una reseña, o comentario de un libro, en un resumen del mismo. Me parece escolar. Sin embargo, en este caso quiero hacer esa síntesis porque el cuerpo me lo pide; eso sí, una sinopsis vista desde otro lado, más allá de la historia de amor que sirve de vértebra a la narración. Vamos a ello.

sábado, 6 de febrero de 2010

CLIFFOR D. SIMAK - Estación de tránsito, 1986 (1963).


Una tarde de agosto fui con mi hijo al centro de Madrid, a la Plaza del Dos de Mayo. Hay un par de librerías de viejo por la zona que merecen la pena, a pesar de que el barrio es sucio e incómodo. El olor a orina que aquel día inundaba todo era disuasorio. Las calles pequeñas, de aceras estrechas, salpicadas de contenedores y bolsas de basura, con portales oscuros y tiendas frikis pueden parecerle sugerentes a alguien almodovariano, a mí no. Pero la literatura tira, y tira mucho, y vence, y acabo siempre yendo.

domingo, 24 de enero de 2010

Imperio Futura vuelve del Taller Galáctico en la fecha estelar 2010.02,07; es decir, el próximo 7 de febrero.


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